Todo comienza cuando una madre o un padre deciden separarse, su vínculo se rompe y resuelven formar un nuevo grupo familiar. Quizá la nueva pareja aporte hijos o nazcan otros de esta nueva unión. En todo caso, las nuevas relaciones plantearán problemas inéditos que requerirán soluciones bien meditadas.

¿Pueden los integrantes de una nueva agrupación familiar seguir funcionando como una familia? ¿Es posible crear vínculos entre padrastros, hermanastros e hijastros? ¿Cómo sobrellevan los hijos una situación que ellos no han elegido pero les afecta?.
Padres e hijos, tanto biológicos como no biológicos, deben encontrar su propio lugar en la nueva agrupación, deben aprender a entenderse, respetarse y conocerse, han de motivarse con la ilusión de vivir en un hogar acogedor y aplicar nuevas reglas de juego. No es una tarea sencilla, pero tampoco imposible.
"Cuando se habla de las segundas o terceras familias y se dice que son diferentes, ello no equivale a decir que son distintas. Son diferentes por su origen, por cómo se forman, pero no porque sean raras o extrañas", señala la filóloga y pedagoga Nora Rodríguez, experta en educación y conflictividad infantil.
Para la autora del libro "Hermanos cada 15 días. Como encontrar el equilibrio dentro de las nuevas familias", uno de los factores que más definen a los nuevos lazos familiares es la sucesión de cambios que experimentan en un corto período, período a veces tan breve que no logran asumir un cambio cuando ya están atravesando otro".

Una buena estrategia para ayudar a los niños a integrarse después de la separación de sus padres es que vean que tienen la oportunidad de experimentar diferentes vínculos dentro de la familia EFE-Javier Cebollada
"Ser una nueva familia, formada por padres e hijos que anteriormente pertenecían a otro núcleo familiar, ahora disuelto por la separación o divorcio de la pareja original y el cese de la convivencia, no tiene porque alarmar si se sabe como sobrellevar las dificultades y se tienen en cuenta ciertas características inherentes a la nueva realidad, sobre todo aquellas en las que están implicados los niños o adolescentes", señala la experta.
"Las segundas, terceras o cuartas familias nacen de una o varias pérdidas: de la pareja anterior, de un proyecto en común, de propiedades o un estatus económico determinado. Para los hijos, la principal pérdida que deben superar es no ver juntos a sus padres y renunciar a este deseo", explica Rodríguez.
"Los padres de las nuevas familias suelen encontrarse con los hijos que aporta su nueva pareja quienes tampoco han elaborado el duelo psicológico por la separación de sus padres, o de otras separaciones si forman parte de una tercera o cuarta familia", señala la experta.
Recomponer el "puzzle" emocional
Para la psicóloga, esto se debe básicamente a que el mundo emocional de los niños suele quedar desencajado como las piezas de un "puzzle", cuando sus padres se separan y retoman otra forma de vida, repercutiendo dicho movimiento en toda su estructura psico-emocional.
"Cuando su mapa emocional es alterado, no les queda a los hijos otra alternativa que descubrir una nueva ruta interior para poder ubicar aquello que ahora parece no encajar, un nuevo mapa afectivo para el cual necesitarán encontrar apoyos", señala Rodríguez.

Para ayudar a la integración de los niños en sus nuevas familias, los psicólogos aconseja a los padres que intente ser flexibles, no rígidos ni laxos, y sean capaces de acompañar a sus hijos en su proceso de crecimiento, porque lo que existe es el “aquí y ahora”.EFE-Alfredo Alda
Según la experiencia de esta especialista, una buena estrategia para ayudar a los niños a integrarse es que vean que tienen la oportunidad de experimentar diferentes vínculos dentro de la familia, algo que sólo es posible cuando se produce la alquimia entre lo nuevo y lo viejo, aceptando que tengan momentos en los que necesiten recordar con el padre o la madre biológicos, parte de una historia anterior en común.
Para ayudar a la integración, la psicóloga aconseja a los padres que intente ser flexibles, no rígidos ni laxos, y sean capaces de acompañar a sus hijos en su proceso de crecimiento, porque lo que existe es el "aquí y ahora".
"En cualquier caso -señala Rodríguez- será necesario facilitar la expresión de los sentimientos por duro que sea, porque expresar los que se siente siempre será mejor que manipular, justificar o juzgar a las personas con quienes se convive. También habrá que evitar las comparaciones entre una y otra familia, porque siempre resultan negativas".
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